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NEOMESTIZO: procesos nómades

Entrevista a Valeria Radrigán por Valentina Montero

 

 

Conversamos con la artista e investigadora Valeria Radrigán (www.transmedialab.cl) sobre su trayectoria en relación a los nuevos medios, su relación con la transdisciplina y su reciente producción “Neomestizo”.

Valentina Montero, 2014.

 

¿Desde cuándo empezaste a interesarte por el ámbito de las nuevas tecnologías?

 

Yo hice un magister en España el 2007, y realicé mi investigación final sobre procesos transdisciplinarios. A propósito de eso, mi profesor me sugirió que investigara artistas del fluxus, o artistas que tuvieran que ver con tecnología… no era particularmente mi foco de interés, pero como que surgió un poquito por ahí. Y se dio también por casualidad que a inicios del año 2008, en La Casa Encendida en Madrid hubo un taller que coordinó Jaime del Val, de Reverso. Él organizó un taller que se llamaba Taller Internacional de las Tecnologías del Cuerpo... fue un curso ultra intensivo, muy bueno. Estaba Stelarc, Sandy Stone,  el mismo Jaime, habían unos artistas de Holanda que hacían lutería electrónica, otros que te enseñaban 3D Studio Max. Yo me metí a ese taller a partir del interés por los procesos transmediales que había empezado a indagar en el master,  y la verdad que me alucinó el contacto con estas personas: Sandy Stone, una pensadora increíble en relación a los nuevos medios, Stelarc que en esa época andaba recién con la oreja puesta en el brazo… Entonces se abrió para mí un ámbito de exploración completamente desconocido, que yo no tenía idea. Me empezó a llamar profundamente la atención lo que se podía hacer con tecnología, la posibilidad también de vincular campos que para mí en esos momentos eran campos diversos o en profunda tensión con el arte y este otro ámbito vinculado a la ciencia. Y la verdad es que desde ahí en adelante como que ya  me quedé enganchada  y seguí investigando en eso hasta el día de hoy.

 

¿Y acá en Chile habías tenido algún tipo de contacto con espacios donde se hablara de vinculara arte y tecnología?

 

No, antes de eso para nada. Yo estudié teatro primero y la verdad es que el teatro en Chile, o al menos el teatro con el cual yo me vinculé hasta ese momento reniega bastante del uso y abuso de las tecnologías. Sobre todo se niega bastante a la exploración de nuevas metodologías o estrategias de creación que crucen procedimientos tecnológicos con procedimientos artísticos. Esto al menos, te insisto, en lo que yo conocí en esa época. Es un teatro donde (probablemente en relación a la precariedad que existe en estas latitudes) se trabaja siempre con bastante poco, muy sustentado en la co-presencia del cuerpo vivo con el otro cuerpo vivo, ojalá la mínima cantidad de elementos, como muy centrado en ese “vaciamiento”. Entonces la verdad es que ese era el contexto en el cual yo estaba trabajando muy activamente antes de irme a España… así que no, ni siquiera se me había pasado por la cabeza la posibilidad de que el arte y la tecnología se pudieran encontrar en algún lugar.

 

Al respecto, ¿cómo ves la formación en Chile en arte y tecnología al día de hoy?

 

Creo que la formación artística en este país está todavía muy atrasada en ese sentido. Atrasada no solamente  en que “no hayan” cursos de arte y tecnología en las mallas, porque eso al final es un tema que puedes solucionar metiendo más cursos, es más que eso, tiene que ver con profundos replanteamientos con respecto a la formación transdisciplinar, a nivel de grado y de postgrado. Yo creo que la formación artística acá está todavía muy centrada en lo técnico- disciplinar en cada una de las áreas, lo cual pienso a nivel formativo, en una primera fase, es importante. Debes saber cuáles son los elementos de tu propia disciplina para trabajarlos, pero eso también provoca un determinado cierre en tu formación que te impide comprender que existen otros procedimientos también para crear. Y el tema de los procedimientos y de las metodologías es algo muy fuerte en el trabajo de arte y tecnología, que tienes que tener como instalado desde antes. Si no es muy difícil dar el salto a comprender dónde está la diferencia en “usar cosas tecnológicas” a cambiar tu mecanismo, a cambiar tu estrategia de abordar la creación.

 

Tiene que ver con las mallas curriculares…

¡Es que son mallas!... O sea son cuadraditos.

 

A mi  parecer, en la formación de artes visuales, por ejemplo, la herencia decimonónica es todavía muy presente. Se le da excesiva importancia al dibujo, a la pintura en desmedro de otros lenguajes.  A nivel histórico y teórico falta intentar proponer lecturas menos lineales. Proponer, por ejemplo, cómo el barroco influye quizás en el trabajo de un arquitecto contemporáneo; comprender las representaciones y lenguajes de las culturas americanas anteriores a la llegada de los españoles desde una mirada actual que permitiera establecer correspondencias entre abstracción visual “precolombina” y las propuestas de las vanguardias de principio de siglo XX… qué se yo.

 

Como que no existe ese movimiento, son como cajitas, cajitas. Y si tú después ves el mismo panorama artístico nacional actual todavía es muy disciplinar. Claro, hay ciertos lugares y casos donde ves movimiento trans que te hace cuestionar sobre los límites entre las disciplinas o entre los procedimientos…  pero son ejercicios todavía muy independientes, muy sustentados en la voluntad del artista.

 

¿Es el caso de tu obra Neomestizo? A ver si nos cuentas un poquito de tu proyecto.

 

Neomestizo es una obra que me demoré casi siete años en crear, una obra muy larga que pasó por distintos formatos, distintas estrategias. Originalmente surge como una dramaturgia que  empecé a escribir como el 2002. Fue una obra que me costó harto escribir… Escribía un poco, después pasaba mucho tiempo que no sabía cómo seguir, años entre medio que no la tomaba y el 2007, a raíz de mi experiencia en España y del hecho de estar desplazada con respecto a mi país de origen y de haberme enamorado de un hombre de otra cultura, pude cerrarla. De alguna forma esas experiencias catalizaron la obra  y me ayudaron a terminar de escribir ese texto.

El 2008 cuando volví a Chile, quise crear una obra que a partir de procedimientos transmediales cruzara el teatro con la tecnología, y decidí usar como excusa este texto. Me reuní con un grupo de actores, un programador, un músico, un fotógrafo… estuvimos ensayando tres meses, postulamos a un Fondart, no lo ganamos; la gente no podía seguir ensayando sin plata, yo no podía seguir pagando los costos de la sala, y además el proyecto no iba muy bien. Había algo que no me funcionaba del todo. La mayoría del grupo provenía del mundo del teatro y no entendía mucho el experimento, me preguntaban por qué no estaban actuando y enchufaban cosas constantemente. Yo tampoco tenía muchas respuestas para aquello, ni sabía explicar bien qué era lo que quería de ellos, y sin fondos… nada, murió la cosa.

El año 2012 volví a utilizar esta idea para una propuesta en la Universidad de Valparaíso, y me adjudiqué unos fondos de investigación para llevarla a cabo. Esta vez sí, plantee el proyecto como algo mucho más abierto, para no estar amarrada al formato del teatro, sino sólo usar algunos elementos de teatralidad que me interesara trabajar. Finalmente, el dinero sólo estuvo disponible el 2014, con lo que todos estos largos años de distanciamiento me permitieron liberar y desaprender un montón de cosas preestablecidas que tenía con respecto al montaje original y en relación al texto. De hecho, en esta ocasión me quedé sólo con determinados conceptos: la patria, el territorio,  la frontera, el amor… y trabajamos esos conceptos con un coreógrafo (Miguel Pizarro) y un nuevo grupo de actores (Estefanía Villalobos, Juan Esteban Meza, Felipe O. Prince y Ma. José Razón) para construir ciertas frases o partituras corporales en torno a ellos. Entonces lo que hice fue aplicar una metodología de traducción intersemiótica; traduciendo cada una de estas frases en imágenes, que luego llevamos a diversas locaciones y fotografió Francisco Jorquera.

 

 

Por ahí se cruzaron otros procedimientos importantes, que contribuyeron a armar la instalación: la bella música de Maximiliano Cornejo (que ya había creado en 2008 varias maquetas para la versión original- teatral del proyecto) y el vestuario de Valentina San Juan, que contribuye a generar una atmósfera y una historia especial a lo largo de lo que finalmente se constituyó como una suerte de foto-narrativa-teatral.

 

El texto volvió solamente al final del proceso, luego del ejercicio curatorial que yo misma realicé para armar la exposición, seleccionando fragmentos que pudieran acompañar auditiva y visualmente el montaje.

¿Por qué “neomestizo”? Cuáles serían los componentes inéditos o renovados en la concepción de mestizaje que planteas?

 

El concepto de “neomestizaje” lo obtuve de la teórica Gloria Andalzúa… muy previamente a este proyecto y en otro contexto. Ella plantea entre otras cosas que las fronteras se han trasladado hacia el interior, y que en los nuevos movimientos planetarios están emergiendo nuevas lógicas culturales y contradicciones que demandan de una expansión de la consciencia.

 

 Me interesó profundamente de esta mirada, la idea de que se estuvieran produciendo nuevos sistemas de traslación en un mundo que entrecruza también nuevos territorios, más complejos y móviles que la noción de “países”. Si pensamos en cómo cotidianamente alteramos planos de realidad virtual y realidad concreta, por decirlo de alguna manera, y nos contactamos simultáneamente con distintas personas alrededor del globo, eso evidentemente nos modifica como sujetos, nos pone en relación constante con otredades culturales que nos alteran. Esto deja claramente en evidencia una tensión absurda con las fronteras físicas y políticas, haciéndose urgente una actualización de los conceptos y las leyes asociadas a la migración. En relación a mi propia experiencia de vida con el tema, se me hace muy fuerte el tema del afecto, y cómo ello puede efectivamente ayudar a paliar la crudeza de estos desfaces.

En ese sentido, Neomestizo es una instalación bien personal, casi una historia íntima de la migración. La pareja intercultural, el encuentro de otredades que se dio en mi vida, se refleja acá a través de una síntesis conceptual, corporal, visual y sonora que busca ser compartida desde los sentimientos… creo que eso me importa más que instalar un discurso político sobre el tema, sin restarle la importancia, claro.

 

¿Qué elementos de aprendizaje rescatas para ti y tu equipo en este proceso creativo?

 

Para mí creo el mayor aprendizaje fue el tema del desprendimiento. Del material, de los formatos. Incluso de mi “ego teórico” que me hacía intuir lo que era o “debía ser” un proceso transmedial. Ahí creo que el paso del tiempo jugó un rol fundamental, pues hizo por sí mismo mutar al texto y a mí en mi interés ético y estético al abordar las diferentes temáticas que aquí se tocan.

Con respecto al equipo de trabajo, y aquí estoy infiltrándome también en una otredad inabarcable, creo que hubo una atención especial –en la medida de lo posible- a cada uno de los engranajes que componen la instalación. Desde esa perspectiva, si bien no hubo una “integración” de disciplinas en un sentido convencional del término, sí se produjeron “transversalidades” o cruces, hubo un nomadismo: el fotógrafo tuvo que ser capaz de extraer una gestualidad y una teatralidad específica de cada partitura, el coreógrafo tuvo que trasladar a movimiento físico una estructura conceptual, los actores nunca se enfrentaron al texto dramático. Si bien ninguna de estas estrategias es particularmente inédita, siempre genera un movimiento especial que en este caso fue crucial para distanciar a cada uno fuera de lo que podría ser un área de confort, el territorio conocido de cada disciplina… siguiendo el tema de la obra, podríamos decir se los sacó de su país.

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